Llueve en Notting Hill y la biblioteca está cerrada. Tormenta de ideas descabelladas. Como aquella de consumirte en una sola calada y sufrir tus efectos totalmente desnuda y tumbada. Arma de doble filo; tu lengua y mis palabras.
Nubarrón de algodón de azúcar que endulza tu pelo mojado. Cuántos labios habré besado y cuántos pocos me han conquistado. Caminando entre charcos mi reflejo me mira de arriba a bajo. Piensa lo que yo estaba pensando: "venga, invítale a este tango".
Truenos que nos advierten correr como delincuentes. Estamos solos, y nos parece suficiente. Cada vez más Nubes con N de Nosotros bailando entre rayos de sol ausente. Lo tuyo no es bailar y sin embargo, no paras de decirme: "déjate llevar, mójate y vive el presente".
Todavía juntos ya se echan de menos, se piden perdón por todas las peleas futuras y brindan con la copa de la melancolía. Pocos minutos quedan para decir adiós y ellos hablan de su próximo encuentro viaje. Incertidumbre rebosante de ilusión y deseo. La cuenta atrás que habían esperado con ansia ahora es la misma de la que huyen con aflicción. La misma que les cuenta sus últimos segundos de sentir la vida como un sueño.
Último beso, intentando sellar un "no te preocupes, nos veremos pronto". Conjunto de labios unidos por la facilidad de amarse sin esfuerzo, de creer en lo increíble. Última mirada a esa sonrisa ya lejana, cada vez se siente más pequeña sin ser ella la que se marcha. Muerde fuerte para no llorar, pero no lo consigue.
Él, desaparece. Ella, sola.
Y todo vuelve a ser difícil.
Chica conoce a chico. Empieza el drama.
Ella olvida toda experiencia anterior, él usa las suyas para conquistarla. Busca ojos de luz, con los suyos ciegos, tacto mantequilla, mundo color.
Chico conoce a chica. Empieza el juego.
Él dispuesto a sonreir, ella a creerse sus sonrisas. Lo quiere todo y lo quiere ya, corazón piedra, vida reto.
Creen hacer gesto inofensivo, no saben que se equivocan; los dos. Cargan con la larga demora de sentimientos reprimidos, hasta que dicen basta; los dos, a la vez. El recuerdo les cambia la mirada de repente; los dos, a la vez, se deseaban.
Luces de esperanza ya apagadas, pagando el último período de condena. La cadena que les unía ya está oxidada, sin más tregua ni guerra. Porque nada es perfecto; quien dice nada dice nadie. Nada queda en aquel mar misterio, mar sin agua pero con sal. Saliendo de ese juego de palabras, él le traslada hasta el último suspiro. Piscis busca agua donde nadar sin tiburones. Ya ni el ron consuela las miradas enviadas. Era un fuego con el que se podía jugar, ellos decidieron quemarse. Ambos en cada extremo de la hoguera, ven arder el deseo. Cenizas de pasión y secretos. Polvo que no llegó a esnifarse, por supuesto que por miedo. Miedo a que la cadena les atrapase como un bucle, pánico a descubrir que no había ningún tiburón en aquel mar de agua dulce.
