Ni siquiera se merece que escriba sobre ello, sin embargo
le quiero.
Aunque ni me acuerde. Ni sea otra cosa en la que piense.
Nunca he aprendido de ninguna bofetada y sé que no aprenderé de esta.
Pero me estoy acostumbrando a tener dos caras:
la de la persona que me gustaría mantener ser por la noche,
y
la que la noche me envenena.
Son tantas las lágrimas que ni me creo débil,
tan sólo quebrada.
Por la vida, la experiencia y
sus memorias en mi cabeza.
Pero hombres siguen pasando por mi cama,
suma y sigue
y ninguno
a su recuerdo le resta importancia.
Les echo
y a ninguno
les vuelvo a coger las llamadas.
Supongo que es porque ya no me da la gana fingir que soy feliz
al lado de una cara extraña.
Me olvido de haber sido engañada una y otra vez,
por mí misma.
Me olvido que le odio,
me olvido que me quiero.
Pero no soy capaz de olvidarme de nosotros.
Aunque
nosotros
vuelva a ser otra mentira.