Dos torres se destruían mutuamente
la noche del Once Ese;
impuntuales como siempre,
no le metas prisa a la muerte.
Víctimas del calor
en agua se encontraron los cuerpos
con autopsia de ahogamiento
que además de la odisea,
de tanto rasca, cielo,
en tu cuello hubo impactos
sin quererlo.
Y aún no sé si sabes que
después de las caídas
suelen llegar las flores.
Pero nunca en vida
fuiste acostumbrado a esas cosas,
por eso mantengo el recuerdo
de cuando tus piernas
me dan la espalda
de cara a una rosa.
Pronto la paz volvió
con el peso de tu alma
confesa a la intemperie,
descubierta sin interrupción
mientras mi idea semidesnuda
rondaba como la más asustada
de aquella habitación.
Y por último,
siempre toca la despedida
ya sea a tu manera
o como a mí me gusta,
pero ambas
con la verdad en valentía
para decirte que:
Mi marca en tu piel
o tu olor en la mía
es lo más cerca que estuve
de dormir contigo.
Y así es como acabamos la noche del 11S que dio comienzo a la guerra en Oriente.
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