¿Sabes de esa persona que te sorprende con sus locuras
y la miras, y te ríes,
y te das cuenta que en realidad la miras y sonríes con el alma,
y entonces,
admites que estás profundamente enamorado
a pesar de todo?
¿Sabes de lo que hablo
cuando hablo de alguien
al que odias por sus impulsos
pero no puedes dejar de abrazar
cuando
arrepentida y débil
acude a tí porque ambos sabéis
que tan sólo tú sabes cómo
calmar sus miedos?
calmar sus miedos?
Tú admiras intensamente
a esa personita trágica
porque conoces lo que es capaz de hacer
y al mismo tiempo,
te compadeces de ella
cuando suele acabar mal
las cosas que hace como puede.
Lo que digo es si
has visto alguna vez
a tu ídolo
convertirse
en una niña
pequeña,
herida y,
arrinconada.
El tiempo se detiene dulcemente
cuando hablas con quien
tienes la certeza que pasarás el resto de tu vida
aunque la mayoría de veces
acabáis discutiendo violentamente
y echándoos en cara
historias dramáticas del pasado
que en realidad te recuerdan
que vuelve a ser ella
la única persona que conoce tanto sobre ti
que no es capaz de juzgarte,
y te perdona,
porque quizá no te entienda
pero su amor es tan grande
que escoge el calor de tu compañía
a alejarse con su orgullo.
¿Sabes de quién hablo
cuando digo que siempre suena
tu canción favorita
en el mismo momento
que os miráis a los ojos?
Que no puedes sentir con nadie más
una conexión tan profunda,
tan honesta,
tan serena,
que cuando acaricia tu cuerpo mientras reflexiona
sobre vuestro futuro juntos.
Yo he encontrado a alguien así:
se trata de mí misma.